Permanecimos un rato sentados hasta que nos obligamos a marcharnos, se empezaba a hacer bastante tarde. Con las manos entrelazadas caminamos por las calles de Barcelona. El sol nos iluminaba, prometiéndonos que estaríamos siempre juntos y él sería nuestro protector. Abril suspiró y apoyó la cabeza en mi hombro. Le di un beso en la cabeza.
-Mike-dijo.
-¿Qué?-pregunté sin demasiado interés.
-Es que mis padres saben que tengo novio y quieren que se los presente-me paralicé y la miré con la incredulidad reflejada en mis ojos.
-¿¿Qué??-exclamé casi gritando. ¿Conocer a sus padres?
-No te asustes, hombre, si son muy majos-rió y tiró de mí para que continuara caminando.
-¡Contigo porque eres su hija! Pero, yo soy su novio y me van a matar-dramaticé.
-Tú vales para actor de drama-rió-Venga, si no no me dejarán tranquilos-exclamó adivinando mi respuesta.
-¡Es un no rotundo!-exclamé.
-Venga-dijo con voz melosa y poniendo ojitos, imitando a Rachel. La verdad es que lo hacía mucho mejor que ella o a mí me era imposible resistirme. Hice lo posible por no ceder y dirigí la mirada a algún lugar indefinido.
-No, lo siento pero no quiero morir-bromeé.
Me golpeó el brazo y siguió insistiendo.
-Venga, que estoy yo para protegerte-añadió.
-Bueno, si estás tú me quedo más tranquilo-comencé a ceder.
-Eso, eso que yo te protejo, vengaaa-continuó.
-Está bien ¿cuándo iríamos? Lo digo para ir preparando el testamento-reí.
-Pues supongo que en un par de días, primero tendría que hablar con mis padres. Me alegro de que aceptaras, no era justo-puso morritos.
-¿El qué?-pregunté sin saber a que se refería.
-Yo conocí a tus padres en Manhattan y ahora a ti te toca conocer a los míos-exclamó, resuelta.
Gruñí pero no repliqué. Estaba nervioso.
-¿Te apetece comer hoy con ellos? Creo que no tenían nada que hacer y si les llamo tal vez…
-¡No!-la interrumpí-Déjame un par de días para preparar un discurso.
-No seas tonto anda, cuando antes pase mejor-rió.
-Bueno, hagámoslo así-dije.
Su móvil empezó a sonar. Lo sacó y se quedó mirando la pantalla, repentinamente seria.
-¿Quién es?-dije mirando por encima de su hombro.
Tapó el móvil mientras rechazaba la llamada.
-Nadie, una amiga-contestó, sonrojándose.
Volví a mirar porque me pareció que mentía. No era ninguna amiga. El nombre que brillaba en la pantalla era el de un chico.
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