Los días pasaron veloces. Ajetreo, compras en familia, ratos en familia, ratos en solitario y breves charlas con Abril. Fui a comprarle un regalo, no sabía el que, pero, en la sección de joyería de mi centro comercial favorito, me decidí por una sencilla pulsera de mano, en plata en la que mandé grabar unas iniciales.
A y M
Le gustaría, de eso estaba seguro.
Después llegó Nochebuena, Navidad y los intercambios de regalos posteriores a Año Nuevo.
Un par de días después, me encontré a mí mismo de nuevo en un aeropuerto abarrotado, despidiéndome de mi familia otra vez.
Me dirigí solo al lugar de embarque, junto al lugar donde los recién llegados a Nueva York pisaban tierra firme después de quién sabe cuántos kilómetros. Un silbido hizo que me girara. Venía de las puertas de desembarque.
-¡Ey, tú!
Un chico moreno y alto, muy familiar se acercó. Era Diego.
-¿Qué quieres?-dije con bastante mal humor. Cuando lo veía solo me entraban ganas de romperle la cara por gilipollas.
-Quiero que sepas una cosa-dijo, regodeándose en su ego. Ese tipo era repugnante, bueno, tal vez para todo el mundo no, pensé con desánimo.
-Habla, no tengo todo el día.
-Vengo de Barcelona.
-¡Qué bien! ¿Me vas a enseñar las fotos?-dije con la voz cargada de sarcasmo aunque me sentía completamente desanimado.
-Ja, ja-dijo con expresión burlona-Vi a Abril.
-¿Y qué?-¿te dio un buen bofetón, que seguro que lo merecías?
-Pues que te andes con cuidado-dijo palmeándome el brazo.
-¿Por qué?-dije haciéndome el tonto.
-Eres más ingenuo de lo que pensaba-se quedó en silencio y luego volvió a hablar-Mira, quiero salir con ella, es guapa y la conozco de toda la vida, y haré lo que sea para conseguirlo. Sé que todavía me quiere-dijo con tono de confesión.
Me quedé en silencio, sin palabras para expresar lo que sentía.
Me dirigió una malévola sonrisa y se giró, después de decir:
-¡Suerte para conservarla! No te encariñes demasiado.
Estuve a punto de darme media vuelta y pegarle. ¿De qué iba ese tío? ¿Encariñarme? Yo no estaba con ella por capricho, al contrario de lo que quería él. Yo la quería de verdad. Sería gilipollas. Retomé mi camino, rezumando enfado. Subí al avión y me pasé todo el camino meditando sobre las palabras de Diego. Había dicho que viera a Abril. ¿Habían quedado? ¿O habría sido una simple coincidencia? ¿Ella había querido verle? ¿Qué seguía sintiendo Abril? ¿La perdería? ¿Por ese estúpido que sólo estaba encaprichado?
Trece horas después seguía igual que al subir al avión. Tiré de mi maleta con enfado nada más sacarla de la cinta transportadora.
-¡Mike, Mike!-Abril me gritaba desde la puerta.
Se acercó corriendo.
-¡Hola, te eché de menos!-me besó. Me perdí en sus labios.
Cuando nos separamos la miré a los ojos con fijeza. Intentaba ver si había algún sentimiento hacia Diego albergado en su interior. Era una tontería, sí, pero me sentí más a gusto engañándome al pensar que no había nada inusual.
-¿Qué tal todo? Casi no hablamos nada.
-Pues bien, en general.
-Oh, me alegro. ¿Nos vamos? Debes de estar cansado.
Asentí, arrastrando la maleta. Nos acercamos a la parada de taxis y nos montamos. Le mencioné que le había comprado algo y se lo quería dar pero ella se negó. Dijo que se lo podría dar cuando ella también pudiera darme el mío. Mandé un mensaje al móvil de mi hermana diciéndole que ya estaba en Barcelona y, después de despedirme de abril en la puerta de su casa fui a la mía, donde me metí en la cama después de ponerme en pijama. Dormí mucho y tranquilo, sin preocuparme como cuando estaba despierto.